El mundo ha entrado en su fase más turbulenta en más de 80 años (desde la gran depresión de la década de 1930). El colapso financiero del capitalismo, las tasas de desempleo que superan un promedio del 10 por ciento y la desesperación de la población, apuntan hacia un futuro incierto. Panamá y el resto de América latina no se liberan de ese panorama global, aunque hay señales contradictorias. La crisis es financiera y, también, política. La democracia liberal tambalea al igual que las bolsas de valores.
En este mundo turbulento, la ciudad de Colón, terminal caribeño del Canal de Panamá, reproduce los indicadores más violentos de la debacle financiera global. La riqueza abunda por doquier, sin embargo, mientras más la prosperidad de una elite selecta, aún mayor la pobreza de la población (“del 99%”). ¿Cómo se explica esta contradicción sórdida? Desde su fundación a mediados del siglo XIX, la ciudad de Colón no ha hecho más que generar enormes riquezas. Ese crecimiento económico, sin embargo, no ha tenido impacto alguno sobre la calidad de vida de su población ni de la provincia que la rodea.
Hace una semana las lluvias de la estación húmeda del trópico se dejaron caer en todo el país, con especial intensidad sobre el Caribe panameño donde se encuentra Colón. Los barrios de la ciudad fueron inundados provocando daños en viviendas, establecimientos comerciales y públicos.
Fue un desastre social que pudo haber sido diagnosticado y obviamente evitado. (No hay que decir que fue un desastre “natural”). Más aún, siendo Colón una de las ciudades que más riqueza genera en el país debería contar con un plan de desarrollo urbano y, sobre todo, la capacidad para hacer cumplir las ordenanzas municipales. Lo paradójico es que Colón tiene un plan urbano y también ordenanzas, pero no se cumplen. No debería quejarse de dinero porque en términos relativos es el distrito más rico de la República.
Según La Estrella de Panamá, sólo en los primeros 8 meses de 2011 en la Zona Libre de Colón (ZLC) “el movimiento comercial ascendió a un total de 18,816 millones de dólares. La cifra representa un incremento del 44 por ciento comparado con el mismo período del año anterior. Una diferencia de 5,736 millones de dólares.
En ese período, según reporta la Contraloría General de la República, llegaron a la ZLC un total de 150 mil “turistas de todo el mundo”. En la actualidad, el principal proveedor de mercancías es China y los mayores compradores son Colombia, Venezuela y Ecuador.
Con sólo estos datos, Colón debería ser una ciudad con avenidas, edificios, viviendas y actividades sociales, educación y cultura rebosantes. A pesar de ello, está casi abandonada a su suerte, con algunos “guetos” empresariales encerrados tras gruesas murallas.
Sin embargo, hay más, mucho más en materia de actividades económicas. Los puertos que surten el movimiento comercial de la ZLC y de muchos países de la región están en permanente crecimiento. Colón es la ciudad con más movimiento portuario de América latina. En los primeros 9 meses de 2011 (enero a septiembre), los 3 puertos de Colón manejaron la increíble suma de 1.6 millones de contenedores. Puntualicemos: El puerto MIT manejó 800 mil contenedores, el puerto de Cristóbal manejó 450 mil contenedores y el CCT (Evergreen) manejó 212 mil contenedores. El puerto de Balboa en el extremo sur del Canal de Panamá manejó en esos mismos 9 meses otros 1,4 millones de contenedores.
A esta actividad comercial (ZLC) y portuaria de Colón hay que sumar los 1.8 mil millones de dólares que le pagaron al Canal de Panamá en el año fiscal 2011, en forma de peajes, las 15 mil naves que subieron y bajaron sus esclusas para pasar de un océano a otro. Para rematar, hay que sumar los ingresos por el registro anual de barcos, propiedad de empresas que buscan banderas que se acomoden a sus intereses anti-laborales. En 2010 se registraron más de 900 barcos y en 2011 superaron los 1100 naves.
Este “baile” de miles de millones de dólares no incorpora a las familias ni a la comunidad de Colón. En gran parte, son acaparados por comerciantes en las grandes capitales financieras mundiales y por los intereses monopólicos navieros. Otras sumas son retenidas por los grandes comerciantes de la plaza y de algunos abogados. Otra suma, quizás aún mas pequeña, termina en la arcas del fisco en forma de tributos (peajes) e impuestos (ITBM). La ciudad de Colón recibe una suma que le permite a sus autoridades pagar la planilla y celebrar alguna fecha patria. Los trabajadores, además de sus salarios, reciben los peores servicios urbanos, de educación y de salud.
El sistema que perpetúa esta injusticia no es producto de mala administración o de banqueros ineficientes. El sistema ha sido cuidadosamente organizado para generar estas relaciones asimétricas en que los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos. El sistema que ahora golpea, además de Colón, al mundo desarrollado (primer mundo como le gusta a algunos), es consecuencia de una política diseñada para ese fin: empobrecer cada vez más y desarticular a las organizaciones de los trabajadores.
El sistema que perpetúa esta injusticia no es producto de mala administración o de banqueros ineficientes. El sistema ha sido cuidadosamente organizado para generar estas relaciones asimétricas en que los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos. El sistema que ahora golpea, además de Colón, al mundo desarrollado (primer mundo como le gusta a algunos), es consecuencia de una política diseñada para ese fin: empobrecer cada vez más y desarticular a las organizaciones de los trabajadores.
Parafraseando a Francis Fukuyama, no se trata del fin de la historia soñado por los grandes especuladores. Los depredadores financistas de occidente están promoviendo el fin de la democracia.
Panamá, 24 de noviembre de 2011.
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