El gobierno nacional ha culpado a la “naturaleza” por el desastre urbano. Alega que las lluvias han “enturbiado” las aguas del lago Alajuela, que provee a la ciudad del líquido precioso. La excusa no tiene sustento alguno en la medida en que hay que tomar en cuenta que el istmo de Panamá recibe fuertes cantidades de lluvia todos los años y que los distintos gobiernos fomentan la deforestación de las cuencas de los ríos.
La causa del desastre administrativo es la falta de planificación por parte de las autoridades electas por el pueblo. Cuando el IDAAN “descubrió” que no podía controlar la situación creada por el alto nivel de sedimentación en su planta potabilizadora, debido a la falla de piezas claves, comenzó a buscar una solución. Lo primero que hizo fue emitir un comunicado señalando que las piezas no le habían llegado a tiempo. Después le pidió las piezas a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y al gobierno de Costa Rica. Solicitó algunos días de “paciencia” por parte de la población para resolver la falta de distribución de agua en la metrópolis panameña, lo que hace más de un mes no logra.
Hay un gran parecido entre lo que pasa en el IDAAN y lo que acontece a nivel del gobierno nacional. El presidente Ricardo Martinelli plantea que el país “está abierto a los negocios”. Todo es medido con la vara empresarial. Si la iniciativa arroja una ganancia entonces debe emprenderse inmediatamente. No importa cuales puedan ser las consecuencias para el país o para la población. Si la actividad no es rentable, entonces es abandonada (no recibe mantenimiento) y las autoridades gubernamentales se desentienden.
Los gobiernos de turno - y el actual no es una excepción - nunca han entendido que para hacer lo que el presidente Martinelli llama “negocios”, un país necesita una infraestructura sólida que incluye una distribución de agua potable, la recolección sistemática de la basura, vías de circulación, transporte público y energía eléctrica. Igualmente, tiene que tener una población educada y servicios de salud “igual para todos” para que la población pueda acudir sana y sin interrupciones a sus trabajos.
Las políticas neoliberales de las dos últimas décadas han tirado por la borda toda noción de planificación. Apurados por acumular riqueza basada en la especulación financiera, inmobiliaria y comercial los políticos han construido “castillos de arena” que la marea ya se está llevando. La semana pasada, apenas, el gobierno nacional le dio a los ex – productores de arroz del país, que protestaban por el abandono del sector, un porcentaje de las cuotas de importación de ese producto fundamental en la dieta panameña. Medida demagógica que convierte a todos los panameños en perdedores. Gobernantes y oposición partidista celebran “el crecimiento económico” del país cuando saben que tal incremento es sólo fruto de su afiebrada imaginación. Según cifras oficiales, hace dos décadas los sectores productivos del país están estancados y todo indica que han comenzado a decrecer.
Lo que crece es la expansión del crédito financiero. Hay una pequeña minoría de panameños y extranjeros que especulan con la expansión del crédito y compran bienes raíces, viviendas, carros, paseos y mercancías de toda clase. El desenfreno, producto de la especulación y no de la producción, es la causa de la crisis del agua. Crisis que fue antecedida por el problema de la recolección de la basura, aún sin solución. La especulación abanicada por el gobierno también es la causa de la crisis del transporte, de la falta de vías de comunicación tanto en la ciudad como en el interior y el colapso de los dos puentes que cruzan el Canal de Panamá.
La única solución al problema del agua en la ciudad de Panamá es la planificación a mediano y largo plazos. Así se hizo durante gran parte del siglo XX. ¿Por qué abandonaron la planificación los malos políticos neoliberales hace 25 años?
Panamá, 13 de enero de 2011.
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