En medio de la amenaza de una “doble recesión” económica” (double dip) mundial, la economía panameña sigue flotando sobre una ola inmensa generada por la especulación y el comercio marítimo internacional que utiliza la infraestructura que tiene el país, gracias a su posición geográfica privilegiada: El Canal de Panamá, las facilidades portuarias y la Zona Libre de Colón. Entre las actividades especulativas, están a la vista la burbuja inmobiliaria, que representa una inversión que supera los 2 mil millones anuales, y los negocios de los expatriados voluntarios de los países vecinos y EEUU. Entre las actividades poco transparentes, están los negocios financieros que realizan las grandes empresas bancarias internacionales en el país. El sector más próspero, según las agencias especializadas norteamericanas, se relaciona con el tráfico de drogas ilícitas, el tráfico humano y los juegos al azar. Arroja miles de millones de dólares en ganancias que sólo aparecen en las cuentas nacionales una vez “lavados” en el mercado local.
Los servicios que presta Panamá a las actividades financieras internacionales no generan empleos ni contribuyen al desarrollo económico nacional (no tienen efectos “multiplicadores”). Las actividades vinculadas al comercio marítimo y a los servicios portuarios tampoco contribuyen al desarrollo del país en forma espontánea. Para que estas actividades impulsen la economía del país, los gobiernos elegidos por los panameños, tienen que diseñar programas y, sobretodo, planes que orienten las inversiones hacia el sector industrial, agroindustrial y agropecuario. Estos tienen que ser complementados con planes de inversión social y de infraestructura como educación, salud, vivienda y obras públicas. Nada de esto se está haciendo.
No existe un plan de desarrollo nacional. El gobierno de Martín Torrijos prometió preparar ese Plan una vez que se aprobara, en un referéndum, el proyecto de ampliación del Canal de Panamá. Palabras huecas que se disolvieron en las aguas de la inmensa ola especulativa. El actual presidente Ricardo Martinelli presentó un Plan de Inversiones que comprometió al país a recaudar 13 mil millones de dólares en cuatro años para contribuir a la burbuja inmobiliaria y a la especulación. El nivel de endeudamiento del gobierno se disparó en sólo dos años en un 20 por ciento llegando a superar los 11 mil millones de dólares. Se calcula que en 2014 la deuda alcanzará los 14 mil millones al ritmo que impone el gobierno.
Los actuales gobernantes se lavarán las manos cuando llegue el momento de enfrentar los pagos de las deudas contraídas en este período. En 2014 se calcula que terminen las obras de ampliación del Canal, a un costo de 5.25 mil millones de dólares. Los nuevos “vicepresidentes” de la Autoridad del Canal (ACP) apuestan al aumento de los ingresos por peajes con el nuevo juego de esclusas. ¿Qué ocurrirá con el resto de la economía de servicios que sostiene al país?
Por un lado, la burbuja inmobiliaria estallará o se desinflará. Ambas opciones alejará a los especuladores tanto legales como ilícitos. Los dólares que circulan en los bancos y en las calles disminuirán creando lo que se llama una recesión. Es decir, la economía especulativa verá sus tasas de crecimiento anual disminuir del 10 por ciento actual a cerca del cero por ciento. La preocupación de los gobiernos será como pagar la deuda adquirida y tranquilizar a los sectores sociales que no podrán continuar importando mercancías – especialmente alimentos – al ritmo de los últimos años. ¿Quién se preocupará de la quiebra de las instituciones sociales del país, en esta situación?
Por el otro, hay fuertes indicios que el factor China tiende a tomar una nueva forma. Con motivo de la crisis del euro y la incapacidad política norteamericana de resolver su problema de la deuda, los mercados especulativos (las “bolsas” de valores) se desplomaron esta semana. Los efectos fueron globales, afectando especialmente a los planes económicos chinos. Los especialistas hablan de una segunda recesión (“double dip”) catastrófica.
El brazo industrial chino – que crece a una tasa anual cercana al 10 por ciento desde la década de 1990 – sostiene a las empresas endeudadas norteamericanas (US$14.3 millones de millones) y también a los superávit de las economías agro-minero exportadoras de Sur América. La economía panameña, que depende de la dinámica del transporte marítimo comercial mundial, se verá muy golpeada si el factor China desaparece de la ecuación que mantiene con EEUU y Sur América.
Mientras que hace 20 años China no era un factor en los cálculos del tráfico que pasaba por el Canal de Panamá, en la actualidad es el segundo usuario más importante del mundo, detrás de EEUU. La ACP proyecta un crecimiento constante del comercio marítimo mundial en los próximos 20 años (2030) lo que le permitiría al país recuperar su inversión en la ampliación de la vía acuática. Si estos cálculos son meras especulaciones, Panamá tendrá que prepararse para una recesión profunda.
El ministro de Economía de Panamá anunció un plan para crear un fidecomiso con los ingresos por peajes del Canal una vez terminada la obra de ampliación. Todo indica que será muy poco, muy tarde. Lo que necesita el país es una política económica que desarrolle un plan dirigido a recuperar la capacidad productiva del país (en el campo y en la ciudad), creando empleo y oportunidades de trabajo para todos los panameños.
Panamá, 11 de agosto de 2011.
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