Desde hace una década insistimos en la que la falta de seguridad pública en Panamá es el resultado de las políticas equivocadas de los gobiernos de turno. Son las políticas de flexibilización del trabajo, de la desregulación y de la corrupción que generan una inestabilidad permanente. Tenemos que optar por una sociedad con un plan de desarrollo con empleo pleno que erradique la criminalidad y garantice el crecimiento con seguridad.
La criminalidad y la violencia social es el producto de la forma en que los sectores más poderosos organizan a la sociedad. En sociedades productivas, donde todos los miembros tienen una responsabilidad asignada, la criminalidad prácticamente no existe. En la historia, así como en la actualidad, sociedades de este tipo abundan. Sin embargo, en sociedades donde predomina la corrupción y la especulación, la producción es relegada a un segundo o tercer plano. En Panamá, que se organiza en torno a la especulación económica, tenemos el caso de familias desintegradas, de la deserción escolar y del pandillerismo.
En Panamá el 70 por ciento de los nacimientos que se registran en el país se produce fuera de una relación matrimonial. No hay sociedad civil, iglesia o gobierno que le interese enfrentar este problema.
Según el Ministerio de Educación, el 70 por ciento de los adolescentes abandonan las escuelas antes de terminar la educación media. Tampoco hay política que enfrente este engaño y que le dé oportunidad a nuestros jóvenes de llegar a una vida adulta en toda la plenitud de su capacidad.
Según las autoridades policíacas hay 270 pandillas bien organizadas, sólo en la ciudad de Panamá. Es probable que existan más y en otras ciudades del país.
Qué es lo más importante de estos datos. ¿Qué significan? Se nos dice que la desintegración familiar es causa de la deserción escolar. A su vez, que la deserción escolar es causa del pandillerismo.
La realidad es mucho más compleja. Tanto la desintegración familiar, como la deserción escolar y el pandillerismo, son efectos de una misma causa. La causa de estos males es la enorme desigualdad social creciente que caracteriza a la nación panameña.
La desigualdad creciente es el resultado de políticas que hombres y mujeres como nosotros convertimos en leyes, que el sistema judicial defiende al servicio de una sociedad injusta y que castiga a los grupos sociales que quieren modificarlo.
En los últimos 20 años, desde la invasión militar norteamericana, se han aplicado medidas de ajuste que han dejado sin trabajo a centenares de miles de jefes de familia. Al mismo tiempo, esas mismas leyes han creado unas decenas de familias multimillonarias.
Mientras que en 1995 el 69 por ciento de las riquezas que se producía en el país se destinaba a cubrir los salarios de los trabajadores que las producían, en la actualidad el 37 por ciento de las riquezas son para los trabajadores. Las cifras que proporciona el gobierno son elocuentes. La pobreza golpea cada vez con mayor dureza a la población panameña. Los niños trabajan en los campos veragüenses, piden limosnas en las calles de Colón y se mueren de hambre en Darién.
En sociedades como Panamá, sacudidas por la violencia, no podemos seguir respondiendo con más violencia física, económica o social. Es prueba de nuestra inmadurez, de falta de conocimiento y de la incertidumbre que agobia una sociedad cuyos miembros tienen miedo de lo desconocido. Tenemos que romper las cadenas que nos atan a la ignorancia y hacer leyes a favor de nuestros niños y adolescentes. También para toda la población ¿Por qué no?
Abandonemos las políticas especulativas que caracterizan a nuestros financistas trepados en sus oficinas refrigeradas que se alegran cuando ven subir torres, cintas y casinos y, al mismo tiempo, se declaran impotentes cuando ven bajar los niveles de vida de la población, de su bienestar y esperanzas de vida. La rapiña se ha vuelto cotidiana. Arrasan con nuestras costas, nuestras ciudades, nuestra infraestructura, nuestra juventud, nuestra dignidad.
Los hombres y mujeres panameños de hoy tenemos que enfocar el problema de la criminalidad por lo que es: Un problema social creado por nuestras propias políticas equivocadas en el campo de lo económico y de lo social. Si le damos un giro a esas políticas – con empleos productivos, escuelas, salud, seguridad social, caminos, cultura – producto de las riquezas que todos producimos, veremos surgir un Panamá donde la juventud estará dedicada al estudio y al trabajo, lejos de la Joyita y de las esquinas calientes.
Panamá, 23 de junio de 2011.
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